hermandad de

LA esperanza

Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad del Santísimo Cristo de los Desamparados y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Coronación de Espinas, María Santísima de la Esperanza y San Juan Evangelista

La hermandad de la Esperanza se funda en 1566 en el seno de la primitiva parroquia de san Salvador como corporación letífica bajo la intención del gremio de pañeros de dedicar culto a la Transfiguración del Señor; contando con la obligación de mantener la veneración a la Fe y la Esperanza de nuestra señora, representada en una imagen de gloria con Niño, y a la virgen del Socorro. Sin altibajos pasó su primera centuria, hasta que en 1657 se le agrega la corporación del Dulce Nombre de María, proveniente del templo de san Bartolomé, lo que supone, a la postre, un cambio de rumbo que llevará a su conversión en cofradía de sangre.

De este modo, apenas un año más tarde la entidad resultante forma ya parte de la nómina de la Semana Santa y, al poco, encarga su Ecce Homo. Todo un esfuerzo económico que pasó factura a la hermandad hasta el punto de llegar casi al empeño del joyero y los telares.

En 1732 las nuevas ordenanzas gremiales obligan a los tejedores locales a pertenecer a la cofradía. Pero lo que en principio parece la solución perfecta para su continuidad, en 1817 –cuando estas entidades son un anacronismo– se convierte en su mayor lastre, debiendose aprobar un nuevo reglamento por el que se adminten todo tipo de vecinos con independencia del oficio. Bien es cierto que, en el ínterin, se habían sucedido el terremoto de Lisboa, que había dejado en ruina la parroquia, la consiguiente diáspora parroquial al convento de Madre de Dios en 1779, y su definitivo traslado, cinco años después, al templo del antiguo colegio jesuítico de san Teodomiro, a partir de ahora advocado del Divino Salvador.

Para entonces la corporación cuenta en la calle con un cortejo estable de tres pasos. El primero con la imagen cristífera y Pilatos asomados a una barandilla dorada, seguido de san Juan en su parihuela y la Virgen bajo palio de cajón con letras y guarnición de plata. Un grupo de nazarenos visten túnicas loberas, otros trajes de calle y, los menos, ropas perdoneras con el rostro descubierto. Su deambular era conocido por los cuantiosos ágapes con los que se agasajaba a los cargadores y los estruendosos vítores de su recogida, no sin queja de las autoridades civiles y eclesiásticas.

            El paso de Fernando VII por Carmona en 1823 dejó tras de sí el nombramiento del monarca como hermano mayor perpetuo y, por consiguiente, la realeza corporativa. Con la desamortización eclesiástica la hermandad decayó quedando en suspenso durante el Sexenio Democrático, hasta aprobar reglamento de enterramiento en 1897 que funcionó como nueva regla. Durante la II República y la Guerra Civil no procesionó, y con anterioridad lo hacía de manera intermitente, unas veces la tarde de los Jueves y, desde fines de siglo, los Viernes.

            Los años cuarenta del siglo XX supusieron su definitivo impulso. Desde entonces los nazarenos de capa blanca y capú morado procesionan cada Domingo de Ramos acompañando al Cristo de la Coronación, y los de antifaz verde iluminan el camino de la Esperanza. Hoy la hermandad cuenta con un grupo joven pujante unido a la devoción a san Juan y un nuevo titular, el Cristo de los Desamparados, que procesionará por primera vez la mañana del próximo Viernes Santo.

NUESTRO PADRE JESÚS DE LA CORONACIÓN DE ESPINAS

Aunque se ha venido atribuyendo a Pedro Roldán, entendemos que, si bien se encuentra cercano a la órbita formal de este obrador, su ejecución debe retrasarse hasta los años 80 del siglo XVII. El reposo de la figura, la blandura de su anatomía, la falta de pathos en la expresión, los cabellos cerúleos, el leve contraposto, la pesadez de los paños y el pormenorizado juego de manos remiten a trabajos posteriores. Una realidad corroborada en la reciente restauración que puso de manifiesto la calidad su encarnadura recorrida por delicadas mortificaciones.

MARÍA SANTÍSIMA DE LA ESPERANZA

La imagen dolorosa con la advocación de la Esperanza se incorporó a la cofradía a comienzos del siglo XVIII. Se trata de una obra de candelero cuyo busto ha sufrido cuantiosas modificaciones en las últimas décadas del siglo XX, siendo sus manos realizadas de nuevo cuño por el imaginero local Antonio Eslava. Retrata a una mujer joven de cuello esbelto y rasgos faciales pronunciados. Históricamente se acompaña, a veces bajo el mismo palio y otras en parihuela independiente, por una figura sanjuanista de la misma época y de buena factura, hoy también titular.

SANTÍSIMO CRISTO DE LOS DESAMPARADOS

Crucificado de comienzos del siglo XVIII procedente del colegio de san Teodomiro. Se sostiene sobre cuatro clavos, contrariamente al decoro iconográfico sevillano. Destaca en el desarrollo de su potencia anatómica y el juego de paños.

PASOS DE MISTERIO

Obra de talla realizada en 2006 por Manuel Montañez bajo diseño de José Manuel Bonilla en estilo neobarroco. En la actualidad se encuentra en proceso de ejecución de los relieves, obra de Mariano Sánchez del Pino, y de dorado y policromado, labor que realizan los Hermanos Caballero. Su parihuela calza 40 costaleros que soportan el peso de un misterio compuesto por el Ecce Homo, dispuesto en primer término, acompañado por imágenes de Eslava Rubio y Miguel Ángel Valverde, a saber, un sanedrita, dos soldados romanos y Poncio Pilatos sobre su propia sede. Este año vuelve a recuperarse, para la salida del crucificado, la urna anterior. Una pieza de cajón realizada en cedro con profusa talla de Eslava Rubio de 1945.

PASO DE PALIO

El conjunto actual es fruto de décadas de esfuerzo. Los respiraderos, obra de Andrés Contreras, fueron adquiridos a las Penas de san Vicente en 1937 y restaurados en los noventa por Antonio Pérez. Los varales se labraron en 1972 en Hijos de Juan Fernández y fueron remodelados por Villareal en 1998. Con la entrada del nuevo milenio se ha engrandecido con bambalinas y techo bordados por el taller de Benítez y Roldán, y tondo de Manuel Fernández.

INSIGNIAS

Destacan varias obras de bordado realizadas a partir de piezas dieciochescas como el senatus, el estandarte corporativo y el simpecado. Y otras de orfebrería como un juego de potencias cristíferas de 1667 o las dos coronas marianas, una de rocallas de la segunda mitad del siglo XVIII y la otra de 1976, obra de Antonio Santos.